Cuando una banda de hard rock con dejes de rock sureño y sobre todo, cuando su líder decide que va a estar en esto de la música toda la vida, poco importan las modas, los altibajos y las crisis internas. The Quireboys, siempre liderados por Spike (Jonathan Grey, Newcastle 1968), no sólo ha sabido sobrevivir a tocar el cielo, ser nº2 en las listas de UK, reestructurar la banda o tocar ante 70.000 personas en el Monsters Of Rock Festival, The Quireboys también han salido bajar a los infiernos del rock and roll para después mantener una carrera estable con nuevas composiciones cada tres o cuatro años y giras continuas que siempre les traen por España. Raro es el año en que no les vemos por Madrid para tocar y tomarse un trago con sus seguidores después del concierto.
Tocaba presentar su último álbum, St. Cecilia and the Gipsy Soul, ante un público que en esta ocasión sí llenaba la Sala Copérnico hasta la bandera. En el comienzo del show se alternaron canciones de los años 90 con temas compuestos más recientemente, principalmente de la formación que acompaña a Spike desde el álbum This Is Rock And Roll, con el guitarrista Guy Griffin poniendo la pausa y el ritmo dejando para Paul Guerin la responsabilidad de hacer que The Quireboys, 30 años después, siga siendo y sonando como una banda de hard rock. La suma del estilo de Griffin y la contundencia de Guerin permite gestionar un show basado en esta ocasión mayoritariamente en medios tiempos.
Y es en la mitad del show donde quizás se puedan vivir los momentos más auténticos de Quireboys como banda, cuando se encadenan There She Goes Again, Even Mona Lisa Smiled y Whipping Boy, perfectamente sostenido por el nuevo batería, que marca quizás la diferencia con otros anteriores buscando un sonido de caja y parches más setentero sin apenas reverberación. Eso a su vez provoca que el repaso a las canciones de sus dos primeros discos se alejen más del sonido ochentero del estudio (A Bit Of What You Fancy y Bitter Sweet & Twisted) y encajen mejor con sus últimos trabajos. Gracie B, es un ejemplo de ese sonido que, sin dejar de ser los Quireboys de siempre, introduce algunas raíces folk.
La voz de Spike sigue siendo una gran seña de identidad, y si bien no se exige demasiado, es meritorio que siga pudiendo llegar con el caudal de voz adecuado al final del show, donde se reservan siempre la parte más excitante del mismo. Hey You y Sex Party son el cierre perfecto de un concierto en el quizás el público estuviera excesivamente frío (será quizás por la elevada edad media de los asistentes, entre los que nos incluímos) pero que nos deja como es habitual en ellos, con ganas de volverles a ver, quizás con repertorio un poco más potente, porque los Quireboys son puro ROCK AND ROLL.